(Yo se Isha que te prometí una trilogía pero ante la procesión de hechos y emociones, no puedo más que hincarme y escribir…lo tuyo, sigue.)
No conozco a muchas personas, de hecho no conozco a nadie, que como yo, haya pensado que su primer trabajo era el trabajo de su vida. A mi sí me pasó.
Llegué a la empresa a cuatro meses de haber terminado la carrera y a dos de haber cumplido 21 años, con toda la ingenuidad de quien hasta el momento sólo había estudiado,no vivido y muy serios conflictos emocionales y existenciales (quien no tiene mucho de conocerme no sabe el tamaño del engendro con el que convivía en aquellos días). Afirmo con absoluta certeza, que mi tránsito por ese lugar sentó un precedente de tal magnitud, que puedo hablar de mi misma antes y después de Webmedia.
Fue una experiencia intensa y transformadora, hermosa y terrible. Todo lo mejor y casi todo lo peor que nos puede acontecer en el ambiente laboral, a mi me sucedió ahí. Ha sido el único de mis empleos en el que esas historias y propagandas de trabajo en equipo, excelente ambiente de trabajo, libertad creativa y de opinión, fueron ciertos, íbamos juntos como hermanos, al menos por un momento, claro, luego todo se puso horrible, naturalmente, porque como bien canta el príncipe de la canción José José: nada es para siempre y hasta la belleza cansa.
Aquí lo conocí: me dio la oportunidad de una entrevista de trabajo a pesar de mi brutal honestidad al confesar que no sabia nada, aunque tal vez fuera precisamente por eso que accedió. Un par de exámenes después, era parte de la nómina que por otra parte estaba más bien desnutrida, pero eso, en aquel entonces no me importaba, me encantaba lo que hacia y quienes me acompañaban a diario, ganaba poco sí, pero de cualquier forma era mucho más de lo que tenía antes, que era nada.
Luego de unos meses, cuando ya le tenía tomada la medida a mi trabajo y había días en los que me quedaba con mucho tiempo libre, comenzó a enseñarme cosas de sistemas para web, siempre discreto para no molestar de más al que era mi jefe. Otro par de meses después, estaba lista para migrar de área, para trabajar con él. Pero no me dejaron.
Irme fue una de las decisiones más difíciles en mi historia, aunque en realidad no había opción, así como de quedarme, tampoco habría crecimiento y además, se veían señales de un futuro poco alentador. Para cualquier observador externo, tanto conflicto por un simple cambio de trabajo puede parecer absurdo, pero yo tenía el corazón en esa empresa en más de un sentido, y la primer mordida de la realidad, al igual que todas las primeras veces, es casi siempre dolorosa.
Así, él hasta en ese trance me ayudó, contactándome con quien me llevaría a mi segundo trabajo. Me mudé de razón social y a los pocos meses, debido a mis fallas de carácter y tal vez, a las suyas, nos dejamos de hablar.
Pasaron 6 años y cuatro empleos durante los cuales no quise seguir su pista, hasta que el intento número 9525 de la Bruja funcionó y decidí tragar orgullo, actuar como si fuera madura y aceptar que, luego de tanto tiempo ninguno de los dos podríamos seguir siendo los mismos, que aquello que nos separó a la luz de las experiencias acumuladas había perdido poder y sobre todo, que necesitaba ayuda y él me la podía dar.
Lo reencontré en las circunstancias que por vanidad, menos me hubieran gustado: con la cara, el peinado y la actitud corporal de quien ha pasado un par de días con serios temores sobre la salud de su papá. Aun así, antes de irme le pregunté si lo podía abrazar (aunque ya estaba abrazándolo) y le dije que me daba mucho gusto volver a verlo, lo cual era una gran verdad. Unas semanas después, finalmente, luego de mucho tiempo, estaba trabajando con él.
Corrieron los meses y Dios, que suele divertirse jugando bromas a nosotros sus incautos, colocó en mi camino una nueva oferta laboral, que no podía ser superada por el trabajo actual, y quedarme sólo por él no era una razón suficientemente buena, como no lo es el no divorciarse por los hijos, el no bailar por pena o el no cambiar por miedo. Entonces, decidí que nuevamente, me tenía que ir.
Hoy, esto que siento, el nudo en la garganta que medio frena mis manos al escribir y la lágrima que se me logra escapar, sé que tiene su origen ya no en el dolor por la ilusión rota de una realidad laboral utópica como me pasó en Webmedia, hoy estoy consciente que lo que me duele es la pérdida real de él como mi jefe, mi líder y todo lo que de él pudiera aprender. Pero eso, de acuerdo a lo platicado, podremos buscarlo en otros espacios, confiando en que en esta ocasión no pasarán seis años ni tendré que lamentar incidentes diplomáticos relacionados con tortas de tamal.
Esta es pues, la expresión del agradecimiento que desde hace mucho te debo. Por el primer voto de confianza, por la transferencia de conocimientos sin mezquindad, por el apoyo, por mi primer headhunter, por conocer a gracias a ti el foro terapéutico que cambio mi vida, te debo mi salud emocional, por el unreal tournament, la marmota, tonaltongo y amores perros, por ser mi referente del líder que quiero y el que aspiro a ser, por creer en mi casi siempre más que yo, por darme la bienvenida de regreso y después, dejarme ir.
Todo esto voz en cuello y a la luz de esos otros ojos que me leen, para mi es un orgullo que te pueda presumir.
Yorch, te quiero mucho.
Vos, por favor, no te vayas(*).
Vos, por favor, no te vayas(*).
* Tomada prestada de "Mucho más grave" de Benedetti:
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