viernes, enero 13, 2006

La columna rota

Me impresiona una escena en una película y alguien me pregunta si no he considerado trabajar en terapia el asunto mi sensibilidad, recomienda no dejar que me afecten las cosas, controlar la mente y no poner la atención en aquello que me hace ruido. Un comentario así, tan simple y vacío de malas intenciones me para en seco. Siento como el sistema de defensa se activa, los sentidos escuchan la voz de alarma: ¡preparados todos, estamos bajo ataque! ¡ apunten cañones! ¡ listos para disparar !, en cuestión de segundos experimento toda clase de sensaciones, me esfuerzo en mantener la compostura, saco el temple y me recuerdo: “es sólo un comentario, sin animus ladendi, inofensivo”, me muerdo la lengua, hago un esfuerzo y doy una respuesta institucional, nada personal, nada revelador, limítate a recitar la efeméride del día, respira, sonríe, interrumpe el contacto visual y eso dará por terminada la crisis. Vuelve a respirar. Ejecuta ahora el proceso de depuración.

Aun así no puedo evitar por un momento la terrible necesidad de explicar, de convencer al otro : oye, no ... espera, mi sensibilidad es una de mis mejores características, gracias a ella te puedo contar de los 15 minutos que me pasé contemplando los dedos del pié del David de Miguel Ángel y de la hora adicional siguiendo el flujo de sus venas, la energía que hay en los pulgares, la marcación de sus músculos en la espalda, la fuerza que hay en su brazo distendido y el doblez de los dedos en su mano tan viva, yo podría jurar que en cualquier momento avienta la honda y se echa a andar y sí, cada que veo la vida es bella lloro y hay libros que me hacen reír y ritmos musicales que me suben el ánimo y leo entre líneas las palabras que me dices y ….pero porqué demonios tengo que explicar nada a nadie!!.

Días después, en una de esas ocasiones en las que me regalan una conversación de reflexiones y temas difíciles con alguien con quien no esperaría hablar de nada remotamente cercano a lo emotivo y personal, mi interlocutor pregunta:

¿por qué piensas que la gente te quiere lastimar y siempre andas como a la defensiva?

De la nada surge la pared contra la que se estrella mi discurso.

Explico: bueno, es que la historia, mis antecedentes y el sarcasmo, al inicio era esporádico ahora es como parte de mí y ya no me doy cuenta y…

Pero, ¿por qué te lo tomas tan en serio? Todo es un juego, Ana. Juega.

Y me quedo desarmada.

Mi flexibilidad me alcanza para hacer un split y poner la frente en el suelo o en las rodillas, pero nada más. Entiendo mi reacción ante los comentarios sobre mi sensibilidad, para mí es una virtud y no veo porqué criticarla, me pasa lo mismo cuando dicen que soy “ruda” y yo estaba segura de estar siendo “asertiva” e igual reconozco que el impulso de justificarme no es sano. Pero con la rigidez de las ideas no sé que me sucede, el hacer consciencia de mi incapacidad de “jugar” me paraliza de tal forma que me quedo sin recursos y se me acaban la mirada constante, la palabra precisa y la sonrisa perfecta.

Mientras un adulto de confianza me explica que hay temas que nos producen un derrumbe emocional seguramente por la ausencia de un soporte interno, de inmediato pienso en esa pintura de Frida Kahlo “La columna rota” y me siento un poco desolada de saber que algo dentro se quebró y cualquier tachuela aplicada tal vez sin querer en el lugar apropiado produce un dolor casi insoportable y yo no tengo idea de cómo arreglarlo.

martes, enero 03, 2006

La verdad os hará libres


Cuando lo dije me curé del dolor en el cuello, la opresión en el pecho se fue y pude por primera vez en un par de semanas respirar profundo, me sentí aliviada, invadida de un sentimiento de tranquilidad y hasta por un momento supe con certeza que el dolor iba a ser pasajero. Así luego de conjurar al demonio, este perdió su poder y desapareció.

Dice la Bruja Maestra que al final del día, la verdad es un asunto de uno con uno mismo y es su opinión que me ahorraría muchos calambres existenciales si detuviera mis intentos de que los otros me reconozcan en mi verdad y a su vez, también fueran honestos. Hasta el momento no he logrado trascender ese punto, invariablemente acabo hablando del elefante en la sala, de aquello que todos se esfuerzan por ignorar.

Después me arrepiento, o más bien me pregunto si no era preferible tragarme el conflicto yo sola, porque lo malo de nombrar lo obvio es que ya luego no puedo seguir pretendiendo que mi cambio de humor se debe a un desajuste hormonal o a que tengo frío o que estoy muy concentrada escuchando mis cds y entonces se enrarece el ambiente y yo me siento desnuda y ridícula, si bien liberada.

Pero todo sigue como siempre, aquí nada pasó, ¿confrontación? ¿Cuál confrontación? ¿Cuáles veinte pesos? ¡Si sólo te estaba preguntando la hora!. Ja.

Ahora ya no me frustra tanto el quedarme en el aire, sin respuestas, igual no se me muere la esperanza de que el inculpado se rescate y ponga los huevos en el sartén; cuando eso no sucede me ataca la idea de restablecer el contacto, asumir toda la culpa, mandar un mensaje…las conversaciones eran tan buenas y yo le veía tanto potencial…

Afortunadamente uno no puede evitar ser lo que es, lo de pasar como tonta es algo que ya intenté y en lo cual no tuve éxito. Menos mal que acudí a los amigos y estos estuvieron ahí. Gracias a Dios por ellos. Y por mí.

“Si se mantienen fieles a mi palabra, serán verdaderos discípulos míos, conocerán la verdad y la verdad os hará libres” Juan 8 31-32