Mark Twain escribió que la forma más segura el saber si amas u odias a alguien era hacer un viaje con él. No podría estar más de acuerdo. El pasado puente del 2 de noviembre realicé un viaje a Michoacán con uno de mis mejores amigos y varios amigos de él. Mis expectativas eran muy grandes, en mi viaje grupal anterior a la Sierra Gorda de Querétaro el balance final no fue tan positivo y esperaba que en esta ocasión resultara diferente.
No lo fue.
P, mi amigo, opina que yo tendría que ser menos exigente para ser feliz y estoy de acuerdo, aunque, en esa misma línea, el resto debiera ser más responsable y atento con el tiempo y estilo de vida de los demás, ¿o no?
Nos citamos a las 6 de la mañana en el auditorio nacional. Verifiqué si estaban seguros de estar listos a esa hora, porque llegar a las 6am a cualquier lugar me implica despertar a las 4am. Juraron que sí y se fijó una multa de pago del desayuno a quien llegara tarde. Como supuse(hay veces en que quisiera no tener razón), esperé sola por una hora antes de que llegara el primer contingente y media hora más para que llegara el resto. Aunque con la ayuda de unos gentiles extraños que nos contaron chistes mi mal humor se fue, mi opinión al respecto de las citas y su cumplimiento sigue siendo la misma: mi tiempo de sueño es tan importante como el de los demás (quizá más importante, si tomamos en cuenta que yo iba a manejar).
La caravana de 7 nos repartimos así, en mi noble corcel plateado: P como copiloto, atrás R y su pareja A y una amiga de R cuyo nombre clave será “Chica Jeta” (P dice que no es que anduviera de jeta todo el tiempo, sino que así es su cara). En el otro auto iban solos L y su novia I. Se supone que la fiesta estaría en mi carro, aunque los únicos que contribuimos a ella fuimos P y yo. Luego de varias paradas al baño, acelerones de mi parte, esperas al lado del camino para que L nos alcanzara y la ingesta de unas deliciosas carnitas patrocinadas por L, llegamos a Morelia.
El acuerdo inicial fue que quieres llevaban pareja no compartirían la habitación, lo cual nos dejaba a P, Chica Jeta y a mí en un cuarto. A mí la entraña me indicó que no “haría migas” con Chica Jeta desde que la vi bajarse del carro que los llevó al auditorio, P me parece que alcanzó mi nivel de incomodidad luego de que Chica Jeta hizo no uno, sino 3 comentarios acerca de acostarse con él (claro que luego aplicó la de “no es cierto”). P entonces le mandó un mensaje a R preguntando sobre la posibilidad de mudar a Chica Jeta a su habitación dado que, la química no funcionó y es MI PERCEPCION que fue quizá esa acción la que provocó que en adelante R avanzara progresivamente en la escala de molesto hasta llegar a, digámoslo en términos simples, mamón (es pertinente recordar que, todo lo que acá se escriba es única y exclusivamente MI PERCEPCION de las cosas).
P y yo nos lanzamos a nadar a la alberca de aguas polares mientras que, por defectos en su habitación, a R y A los movieron a un departamento de dos habitaciones, con sala y cocina incluidos. Cambiamos habitaciones y Chica Jeta durmió sola en la habitación con cama matrimonial mientras que P y yo compartimos la de camas individuales. Para ese momento resultaba claro que el viaje se había dividió en dos equipos: uno integrado por P,I, L y yo y el otro por R,A y Chica Jeta. Para mí que soy un alma sensible, el malestar era tangible, desde el conato de “pues ya vamos a comer en el VIPS” hasta el “no vamos a hacer lo que diga Ana” dicho por R cuando comenté que las 11 am era muy tarde para despertar al día siguiente. Igual terminamos saliendo a desayunar casi a las 12 y llegamos a un mercadito en donde se ofrecían garnachas varias. Elegimos el puesto de barbacoa de res. R,A y Chica Jeta, en plan estilo “yo cooperé para la gasolina así que me llevaran en carro a todos lados” se oponían a la propuesta de irnos a Patzcuaro en autobús para evitarnos el tráfico sobre el que todos nos habían advertido, R además comentó sobre la comida - a esta salsa martajada le echaron agua, sabe rebajada – y – no le encuentro sabor a borrego a la barbacoa - Nadie había reparado en el letrero que con todas sus letras anunciaba que la carne era de res y en cualquier caso, tanto la salsa como la barbacoa estaban muy ricas. Harta de su actitud, le dije en un tono que seguro no fue nada gentil, que si le gustaba la comida, la comiera y si no, la dejara, pero se quitara ya de esa actitud de chilango promedio huele moles al que nada le parece. Y fue así que con mis palabras terminé con la paz.
Siguió una breve discusión sobre como “alguien como yo” le decía a “alguien como él” que era “promedio” (adjetivo que le caló en lo más profundo de su ego) y P en un intento de restablecer la tregua comentó que en esa mesa todos éramos promedios, lo que no funcionó porque luego L agregó que siempre al más sangrón le sale el pelo en la sopa (lo cual, además, sucedió) mientras que yo, ya con la paciencia perdida por completo terminé los diálogos con “si no quieres que te diga promedio, entonces no seas mamón”.
Afortunadamente ya nadie se opuso a que cada quien recorriera la ciudad por su cuenta. P se quedó conmigo, creo más por compromiso que por ganas. En el debate “viaje a Patzcuaro” se acordó que nos iríamos en los carros y nos repartiríamos el tiempo de manejo porque la joda estaba pesada para uno solo (adivinen: no pasó). Hubo también más jetas y murmullos cuando les pedí que dos de los que iban a tras de pasaran al otro carro equilibrar el peso y evitar que en las subidas a vuelta de rueda se calentara la camioneta. Entendía lo importante que es el que cambie mi forma de ser, a una más simpática y relajada y cuando durante el viaje de ida a la isla de Janitzio me quedé por completo sola en su compañía, porque I y L se abrazaban y P,R,A y Chica Jeta conversaban entre ellos, dándome la espalda, temó que así vaya a ser siempre en mi vida: sola aunque rodeada de personas, porque al final del día nadie me soporta. ¿Debo o no equilibrar la balanza y ser tan tolerante con la estupidez ajena como lo soy con la propia? . Entonces la conocí a ella.
Caminábamos buscando a R,A y Chica Jeta quienes se nos habían adelantado cuando María nos salió al encuentro y nos invitó a ver su ofrenda, la cual estaba dentro de su habitación, en una casa que aunque colorida y cálida, también es una buena estampa de la pobreza.
Cuando nos ofreció corundas para comer, no me aguanté las ganas y me puse a llorar. Me pareció increíble que existan todavía personas que no teniendo nada, encuentren algo para dar y qué contraste me hizo su generosidad y humildad con la soberbia y actitud pinche que había presenciado y de la cual también hice gala durante el fin de semana. ¿Cómo no avergonzarme ante personas como María Anselmo Flores que no solo nos abrió las puertas de su casa, sino que nos brindó además lo poco que tenía?.
Con el corazón inundado de melancolía y agradecimiento subí al monumento a Morelos, en donde los jóvenes presentes se embriagaban, fumaban marihuana y orinaban el monumento en medio del coro de porras de todos los borrachos. Descubrí un nuevo nivel en la indignación, el asco y la tristeza que puedo llegar a sentir. Nos merecemos todos y cada uno de las burlas de gobernantes que tenemos. Todos nuestros males están explicados en nuestra muy arraigada y profunda imbecilidad. ¿Hacia dónde pretendemos ir cuando quienes por primera vez en la historia somos mayoría lejos de aprovechar nuestra ventaja numérica, optamos por idiotizarnos con drogas legales e ilegales y de paso convertimos los monumentos nacionales en retretes y cantinas?
Ojalá tuviéramos más como María. Ojalá el resto de nosotros que no hacemos nada dejáramos este plano antes de que se nos permita estropear más la situación.
El regreso a la ciudad el lunes no fue más agradable, tuve que combatir cansancio profundo de manejar por horas a vuelta de rueda en la carretera y un cólico menstrual maligno de esos que me hacen quedar en la casa con la música y las historias que P, quien estoico aguantó despierto a mi lado me contó en el camino. Para evitar dormirme bajé los vidrios para que el frio del exterior me mantuviera alerta. Nadie, ni por cortesía, se ofreció a manejar un rato.
En cualquier caso le doy mi reconocimiento a P, a quien vi combatir sus ganas de dormir y realmente se esforzó en mantenerme despierta. Lo quiero mucho y sé que el también a mí.
No me invitó a su siguiente viaje.
“Viaja únicamente con tus iguales o con quienes sean mejores que tú. Si no encuentras a ninguno, viaja solo”.
0 comentarios:
Publicar un comentario