Les comparto la reflexión realizada para uno de mis seminarios este semestre, luego de la lectura de los libros "Globalización de la pobreza y Nuevo orden mundial" de Michel Chossudovsky y "La Trampa de la Globalización" de Hans Peter Martin, así como el documental "Memoria del saqueo" de Fernando Solanas. Ambos libros son muy recomendables, ojalá en la medida de sus posibilidades puedan adquirirlos o acceder a ellos de manera temporal en alguna biblioteca. Abajo les pego también las ligas desde las cuales pueden descargar la película mencionada. Sé que la piratería es un delito pero también sé que me sería dificil convencerlos de invertir aproximadamente $600 pesos (costo de ambos libros y la película) en algo que para ustedes pudiera no representar mas que cultura general.
La película (tienen que bajar todos para poder ver el archivo):
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Lo demás:
Al realizar un análisis del impacto que tiene el proceso de globalización en los países pobres del mundo, lo que sorprende no es el daño evidente a la calidad de vida de la población en general, sino el hecho de que pocas veces se observan reacciones en contra de las medidas que en muchas ocasiones los privan de la forma de cubrir sus necesidades más básicas. En países como África, el hambre y la profunda miseria pueden explicar la debilidad de su gente para pelear por el derecho más básico de todos que es la vida. En México, se podría suponer que la ignorancia generalizada de la población y su perpetuación a través de formas de entretenimiento vacías de contenido, así como la facilidad de cubrir las necesidades básicas con actividades ilícitas, nos mantienen en un estado de letargo: sabemos que algo está mal, no nos decidimos a hacer nada que lo resuelva.
La que escribe considera que el principal obstáculo para que como país emprendamos acciones concretas en contra de gobiernos corruptos y sus medidas que van en contra del interés nacional es la inexistencia de una conciencia de unidad, esto es, cada uno de nosotros vela por el interés de nosotros mismos y nuestros allegados, sin importarnos muchas veces que nuestro beneficio se haga a costa del perjuicio del resto. Nos identificamos mexicanos sí, en los partidos de futbol y las fiestas el 15 de septiembre, en esos días somos todos hermanos y los símbolos nacionales logran borrar las diferencias sociales: en el estadio todos nos sabemos himno. La hermandad, sin embargo, dura muy poco y no nos alcanza ni para cuando llegamos al estacionamiento y queremos salir antes que todos los demás. Como compatriotas logramos el consenso en pocas y muy banales ocasiones.
Algo para rescatar del trabajo de Fernando Solanas en “Memoria del Saqueo” es el retrato continuo de los argentinos y su lucha conjunta en la defensa de los intereses que como país estaban siendo afectados. No hubo convocatorias a cerrar las avenidas u organizar mítines, la población de forma espontánea inundó las calles y enfrentó a los cuerpos policiacos que realizaban su labor represora en contra de quienes defendían su derecho a contar con un patrimonio, un trabajo, a poder cobrar los ahorros de toda una vida. Estaban todos ahí: las Madres de Mayo, los estudiantes, los obreros, los jubilados. No lo hacían a nombre del partido político de su filiación, lo hacían a nombre de su país. Resulta preocupante que los antecedentes que llevaron a la severa crisis argentina sean tan profundamente similares a la situación actual mexicana, de forma tal que si se tratara de un experimento controlado en laboratorio, podríamos observar presentes todos los ingredientes que en aquel país derivaron en la revuelta social y aunque la igualdad de condiciones no garantice lo propio en los resultados, conviene que el precedente histórico no sea ignorado.
Existe más de un lugar común para atraer la atención sobre la responsabilidad personal en la realidad diaria que vivimos: “toda nación tiene el gobierno que se merece”, que no deja sin embargo de ser una apreciación certera. Sobran ejemplos del porqué el modelo globalizador es conveniente sí, pero no para nosotros, de la conveniencia en reflexionar sobre nuestras deseos y posibilidades, sobre nuestra identidad, de abandonar la apariencia de pertenecer al club de los países ricos y atrevernos, por una vez, a pensar por nosotros mismos. Pero seguimos dormidos: todavía sigue sonando el drama de los naturalizados en la selección nacional, si Cristian Castro se quedó sin dinero, si Miley Cyrus sigue siendo virgen.
Posiblemente sea necesario que la situación empeore de forma dramática a modo que el reaccionar se vuelva imperativo. Mientras tanto, ese fragmento del discurso en cada toma de protesta: “Y si así no lo hiciere, que la nación me lo demande”, sigue siendo el reconocimiento de nuestro más grande y desperdiciado poder.
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Lo demás:
Al realizar un análisis del impacto que tiene el proceso de globalización en los países pobres del mundo, lo que sorprende no es el daño evidente a la calidad de vida de la población en general, sino el hecho de que pocas veces se observan reacciones en contra de las medidas que en muchas ocasiones los privan de la forma de cubrir sus necesidades más básicas. En países como África, el hambre y la profunda miseria pueden explicar la debilidad de su gente para pelear por el derecho más básico de todos que es la vida. En México, se podría suponer que la ignorancia generalizada de la población y su perpetuación a través de formas de entretenimiento vacías de contenido, así como la facilidad de cubrir las necesidades básicas con actividades ilícitas, nos mantienen en un estado de letargo: sabemos que algo está mal, no nos decidimos a hacer nada que lo resuelva.
La que escribe considera que el principal obstáculo para que como país emprendamos acciones concretas en contra de gobiernos corruptos y sus medidas que van en contra del interés nacional es la inexistencia de una conciencia de unidad, esto es, cada uno de nosotros vela por el interés de nosotros mismos y nuestros allegados, sin importarnos muchas veces que nuestro beneficio se haga a costa del perjuicio del resto. Nos identificamos mexicanos sí, en los partidos de futbol y las fiestas el 15 de septiembre, en esos días somos todos hermanos y los símbolos nacionales logran borrar las diferencias sociales: en el estadio todos nos sabemos himno. La hermandad, sin embargo, dura muy poco y no nos alcanza ni para cuando llegamos al estacionamiento y queremos salir antes que todos los demás. Como compatriotas logramos el consenso en pocas y muy banales ocasiones.
Algo para rescatar del trabajo de Fernando Solanas en “Memoria del Saqueo” es el retrato continuo de los argentinos y su lucha conjunta en la defensa de los intereses que como país estaban siendo afectados. No hubo convocatorias a cerrar las avenidas u organizar mítines, la población de forma espontánea inundó las calles y enfrentó a los cuerpos policiacos que realizaban su labor represora en contra de quienes defendían su derecho a contar con un patrimonio, un trabajo, a poder cobrar los ahorros de toda una vida. Estaban todos ahí: las Madres de Mayo, los estudiantes, los obreros, los jubilados. No lo hacían a nombre del partido político de su filiación, lo hacían a nombre de su país. Resulta preocupante que los antecedentes que llevaron a la severa crisis argentina sean tan profundamente similares a la situación actual mexicana, de forma tal que si se tratara de un experimento controlado en laboratorio, podríamos observar presentes todos los ingredientes que en aquel país derivaron en la revuelta social y aunque la igualdad de condiciones no garantice lo propio en los resultados, conviene que el precedente histórico no sea ignorado.
Existe más de un lugar común para atraer la atención sobre la responsabilidad personal en la realidad diaria que vivimos: “toda nación tiene el gobierno que se merece”, que no deja sin embargo de ser una apreciación certera. Sobran ejemplos del porqué el modelo globalizador es conveniente sí, pero no para nosotros, de la conveniencia en reflexionar sobre nuestras deseos y posibilidades, sobre nuestra identidad, de abandonar la apariencia de pertenecer al club de los países ricos y atrevernos, por una vez, a pensar por nosotros mismos. Pero seguimos dormidos: todavía sigue sonando el drama de los naturalizados en la selección nacional, si Cristian Castro se quedó sin dinero, si Miley Cyrus sigue siendo virgen.
Posiblemente sea necesario que la situación empeore de forma dramática a modo que el reaccionar se vuelva imperativo. Mientras tanto, ese fragmento del discurso en cada toma de protesta: “Y si así no lo hiciere, que la nación me lo demande”, sigue siendo el reconocimiento de nuestro más grande y desperdiciado poder.
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