La mia es una casa en donde se me enseñó que únicamente los vagos, los malvivientes y las mujerzuelas (me encanta el eufemismo) dicen groserías. Como no queria convertirme en una vaga, malviviente o (Dios no lo permita, usando la expresión de mi abuela) en una mujerzuela, creci en un ambiente libre de palabras obscenas y profanaciones. Nunca en toda mi vida he escuchado a mi papá decir la más mínima palabrota (o palabrita) y aunque mi mamá periódicamente intenta explorar esa habilidad, la realidad es que le sale muy mal así que desiste pronto.
Por eso y por muchas otras cosas, soy en opinión de muchos, principalmente de mi miss de canto y perversión y de la Srita. K, quien es algo así como la versión femenina (y a veces no tanto) de Nelson Rufino de los Simpson, una ñoña sin remedio.
Mi ñoñez, por otra parte, no ha impedido que con el paso de los años, haya compilado una lista de groserías y vulgaridades que aunque no las diga, las pienso y, secretamente, las disfruto mucho, como son:
-Pendejo (ja): hay ocasiones en las que adjetivos como imbecil e idiota se quedan muy cortos y se hace necesario de uno que describa más adecuadamente a la persona.
-¡A que / con una / me lleva / (la) chingada!: Porque la convivencia con algunas personas como mi hermana se vuelve a ratos tan dificil que a un santo se le agotaría la paciencia.
-Me la pelan: de las que más me gustan, aunque en mi caso no sólo es vulgar, sino anatómicamente imposible. Alguna vez en el radio escuché un equivalente ligéramente más propio: Éste es botón, y me lo abrocho.
-Puto: fonéticamente es muy rica de pronunciar, si no me creen, hagan la prueba, la disposición de la boca, el sonido y las miles de intenciones que se le pueden dar a la palabra, se me antoja para decir: no seas puto y dame un beso.
- La verga del payaso: sonrio de pensarla toda ella colorida y con una borlita roja en la punta.
Una que ya se volvió clásica, cortesía de esvornoque: ¡Qué clase de mamada es esa!
La que sigue es sensacional, la número uno de mi lista, una de las muchas aportaciones a mi vida de la miss de canto que alguna vez, me dijo:
¡Que te valga un kilo de verga¡
y soy feliz imaginando la hipotética situación:
- ¿qué le voy a dar, güerita?
- un kilo de verga, señor
- claro que sí, ¿cómo la quiere?
- circuncidada, por favor
JAJAJAJAJA
Por eso y por muchas otras cosas, soy en opinión de muchos, principalmente de mi miss de canto y perversión y de la Srita. K, quien es algo así como la versión femenina (y a veces no tanto) de Nelson Rufino de los Simpson, una ñoña sin remedio.
Mi ñoñez, por otra parte, no ha impedido que con el paso de los años, haya compilado una lista de groserías y vulgaridades que aunque no las diga, las pienso y, secretamente, las disfruto mucho, como son:
-Pendejo (ja): hay ocasiones en las que adjetivos como imbecil e idiota se quedan muy cortos y se hace necesario de uno que describa más adecuadamente a la persona.
-¡A que / con una / me lleva / (la) chingada!: Porque la convivencia con algunas personas como mi hermana se vuelve a ratos tan dificil que a un santo se le agotaría la paciencia.
-Me la pelan: de las que más me gustan, aunque en mi caso no sólo es vulgar, sino anatómicamente imposible. Alguna vez en el radio escuché un equivalente ligéramente más propio: Éste es botón, y me lo abrocho.
-Puto: fonéticamente es muy rica de pronunciar, si no me creen, hagan la prueba, la disposición de la boca, el sonido y las miles de intenciones que se le pueden dar a la palabra, se me antoja para decir: no seas puto y dame un beso.
- La verga del payaso: sonrio de pensarla toda ella colorida y con una borlita roja en la punta.
Una que ya se volvió clásica, cortesía de esvornoque: ¡Qué clase de mamada es esa!
La que sigue es sensacional, la número uno de mi lista, una de las muchas aportaciones a mi vida de la miss de canto que alguna vez, me dijo:
¡Que te valga un kilo de verga¡
y soy feliz imaginando la hipotética situación:
- ¿qué le voy a dar, güerita?
- un kilo de verga, señor
- claro que sí, ¿cómo la quiere?
- circuncidada, por favor
JAJAJAJAJA
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