domingo, septiembre 09, 2007

Arcoiris


La cañada nos recibió con un arcoiris doble. Llegamos al centro del pueblo que se encontraba en su mayoría reunido en la pequeña iglesia con motivo de la novena a la Virgen Dolorosa. Miguel no estaba en casa aún, pero mi papá y yo aprovechamos para platicar un rato con la tía Agripina.

Ella tiene 88 años y está literalmente regresando a su orígen, que es ella misma. La piel, los ojos, su estómago, inclusive sus huesos parecen estar contrayéndose camino a ese punto inevitable en el que se apaga el switch y se baja la cortina.

No le queda ya mucha lucidez, reconoció muy bien a mi papá, pero de mi pensó que era su esposa, aunque eso se puede explicar tal vez por mi parecido con mi mamá. Mientras mi papá cenaba, me contó de lo agradecida que está con su hijo (Miguel) por atenderla, sin embargo, ella, como al parecer le pasa a las personas que comienzan a acercarse a cierta edad, está únicamente a la espera de la muerte. No hay más, la lista de pendientes, si aún quedaba alguno, se cerró.

Mi abuela, quien fue el motivo de la visita relámpago, también vive sus días esperando morir. Ya no puede caminar y a su corazón le falta impulso para bombear la sangre por el cuerpo. Aunque ella parece estar preparada, ninguno de nosotros lo estamos. Lo inminente del desarrollo en su enfermedad es un gran elefante en la sala de mi casa, del cual nadie habla, ni yo.
Nunca he perdido a un familiar. Mi abuela materna murió años antes de que mis padres se casaran y mi abuelo paterno y materno murieron casi al mismo tiempo, cuando yo tenía 3 años. Mi mamá Jose me crio de pequeña, vivi con ella un tiempo en Celaya justo después de la muerte de mi abuelo. Me llevó al kinder en donde todos los días me aburría porque siempre me leían el cuento de la Caperuzita Roja. Si me enfermaba me llevaba con el Dr. Borrego quien me daba una paleta al terminar la consulta. Me tranquilizó cuando muy preocupada le dije que los reyes no me iban a traer ningún juguete porque no sabían que me había cambiado de casa. Me organizó una fiesta sorpresa por mi cuarto cumpleaños y me cosió muchos vestidos. Al día de hoy puedo estar segura de que todas las noches le sigue rezando a la corte celestial por mi. Ahora no sé si será pronto cuando dejará de estar aqui.
De regreso de la cañada sin otra luz de frente más que la de algún carro, bajé la ventana para escuchar, para sentir la noche. Pregunté a mi papá si no le importaba escuchar a Madredeus, dijo que no.

Pudo ser el rio, o la montaña mojada, o las noticias de lo que está sucediendo y lo que está por venir. Estando ahi, por un momento pensé que inclusive la vida ahora tenía un aroma diferente.

1 comentarios:

LuCa dijo...

Sigue la melancolía en tus letras, en tu voz, en tu ser...
Un viaje al pasado puede servir para darse cuenta de ke eso ke dices tu presente no es tu todo, bien dices, lo ke viene... es tiempo de recibir ese momento como lo ke es, el final, pero el final de alguien más, ke sin ninguna duda ha marcado tu vida, dejándote más de tres recuerdos, y una esperanza celestial para saber ke siempre hay alguien ke te ama.

Ese Elephantidae... animal ke casi hemos extinto, solo kedan tres especies... pero para ti, significa otra cosa...

El arco iris tiene forma de un puente, el cual ciertos dibujos animados ya de antaño usaban como resbaladilla, para llegar de un lugar a otro, el mismo uso podremos darle los seres humanos?... Podrá ser la luz en el camino ke vislumbrabas al mismo tiempo en ke te deleitabas con los ruidos de la naturaleza dormida, acompañada de una voz privilegiada ke hacia eco a esos ruidos... Podra ser la paz ke buscas sin darte cuenta ke esta en ti... Podrá ayudar… Podrá ser…

TQM
Luca